| 
 22   millones de personas sufren algún tipo de sordera en la Unión Europea, una   enfermedad que provoca un gran aislamiento social. 
  
Aunque en   torno al 40% de los casos son debidos a la degeneración auditiva ocasionada   por el envejecimiento (presbiacusia), hay muchas otras causas que inciden en   la aparición de esta patología, que se está incrementando entre la población   joven por el exceso de ruido ambiental y el uso de dispositivos a un volumen   demasiado alto. 
   La jefa del Servicio de Otorrinolaringología del hospital Príncipe   de Asturias y profesora de la UAH, Teresa Rivera, participa en una   investigación que busca tratamientos farmacológicos para prevenir y paliar la   sordera neurosensorial o adquirida. 
 En este momento no existe un tratamiento farmacológico ni reparador para   ninguna de las formas de sordera y sus efectos solo pueden paliarse con   prótesis auditivas e implantes. La línea de investigación en la que participa   Teresa Rivera, en colaboración con el Servicio de Neurobiología de la   Audición del Instituto de Investigaciones Biomédicas Alberto Sols, se centra   en el tratamiento farmacológico de la sordera neurosensorial a través de la   prevención y la reparación. 
 -¿Cuáles son las causas por las que una persona puede sufrir sordera en un   momento de su vida? 
   -Las causas más frecuentes en nuestro medio son la presbiacusia o sordera por   envejecimiento y la sordera por exceso de ruido o por la ingesta de fármacos   ototóxicos, es decir, la que se adquiere tras haber tomado una serie de   medicamentos que provocan como efecto secundario la sordera. Nuestra línea de   investigación se centra en las dos últimas: la sordera por exceso de ruido y   la provocada por ototóxicos. 
 -¿Qué conclusiones han sacado? 
   -En este momento estamos en el nivel experimental, trabajando con modelos   animales (ratas y ratones). Hemos trabajado administrando en casos de sordera   por ototóxico una serie de sustancias farmacológicas antioxidantes   (N-acetilcisteína y el resveratrol) y hemos comprobado que estas sustancias   pueden prevenir o aminorar la sordera si se empiezan a administrar cuando   aparece el agente que daña el oído. 
   En el caso de la sordera por ruido hemos experimentado aplicando un factor   neurotrófico (o o que es lo mismo, una familia de proteínas que favorecen la   supervivencia de las neuronas) que se denominan inhibidores de TGF betal. Lo   hemos administrado a nivel local, con pocos beneficios; pero a nivel   sistémico, es decir, con una inyección en la tripa, los resultados han sido   mucho mejores. El objetivo es seguir trabajando para que esta sustancia se   pueda administrar de forma local, en el oído. 
 -Doctora, la sordera por ruido está creciendo, sobre todo entre los   jóvenes… 
   -En pacientes jóvenes lo vemos con bastante frecuencia. Llevar auriculares o   cascos y escuchar música no es malo en sí mismo, lo perjudicial es el nivel   de intensidad con la que esa música llega al oído. Todo ruido que llega al   oído a más de 80 decibelios es perjudicial. Además, en nuestro entorno cada   vez es más evidente que estamos sometidos a un nivel de ruido muy intenso y   en muchas de nuestras fábricas también se soporta un nivel de ruido tremendo…   Por tanto, si alguien tiene que estar sometido a ruido de forma obligatoria,   tenemos que buscar mecanismos para prevenir o paliar esta patología.  
  En el caso de los pacientes mayores de 60 años, se estima que en torno al 40%   tiene algún tipo de sordera. En estas personas es muy difícil saber si el   origen de la patología es el ruido o el envejecimiento…. Digamos que son dos   factores que coexisten.    -¡Qué importante es oír, profesora! 
  -En esta sociedad que todo llega por la vista y el oído, efectivamente, es   muy importante. Afortunadamente disponemos de medios técnicos que palían los   efectos de la sordera una vez que se ha producido, tanto en niños como en   adultos, pero el camino por andar es el que nosotros hemos emprendido:   encontrar tratamientos que restablezcan la audición, una vez que se ha   producido la sordera.  
  
Fuente:Universidad     de Alcalá 
 |