La vida de Silvia Abascal, una de las actrices con más talento del panorama nacional, giró 360 grados el 2 de abril de 2011.
Con sólo 32 años, sufrió un ictus: «Una abrasadora fuente de lava se puso en marcha dentro de mi cabeza. Fue como si me inyectaran amoniaco por los oídos». Así define aquel episodio fatal del que afortunadamente salió viva y hoy puede contar en ‘Todo un viaje’, un libro cuya lectura estremece y emociona y que estará a la venta el próximo 4 de junio.
–¿Cómo se encuentra actualmente? –Ahora mismo mi ‘pico y pala’ está concentrado en la estimulación auditiva, trabajo semanalmente en ella para que la hiperacusia siga disminuyendo de manera continua, como lo ha hecho hasta ahora. Reeducar al oído para que aprenda de nuevo a filtrar los sonidos es un proceso complejo y lento. Y los acúfenos son todavía un enigma mayor, tanto para los pacientes como para los doctores. De momento, no sacan el billete de vuelta, pero no deshago sus maletas. Trabajaré lo que haga falta para que no se acomoden en mi casa. Ambas necesitan de tiempo, paciencia y esfuerzo. Por suerte, las tres están aquí.
–¿De dónde saca tanta fuerza, tanta paciencia, tanta paz consigo misma para seguir adelante? –Es una cuestión de supervivencia. Cuanto más te alteres tú, más nerviosos se ponen ellos (refiriéndose a los problemas auditivos). Cueste lo que cueste, conviene relajarse. Y también darles el protagonismo justo. Queda claro que de momento están ahí y que no se callan, pero yo decido cuánta atención les presto.
–Su libro tiene dos objetivos: intentar ayudar a las personas que hayan sufrido o estén sufriendo una enfermedad cerebral parecida a la suya y contar la verdad de sus dos últimos años, desde aquel 2 de abril de 2011, para ‘aclarar’ ciertas informaciones que se han hecho públicas sobre usted. ¿Se ha sentido decepcionada en el trato que se le ha dado? –No, decepción no. Siempre he sentido mucho respeto por su parte y también me ha llegado cariño, pero cuando no se hacen declaraciones se corre el riesgo de que surjan invenciones. Es difícil identificarse con una frase que nada tiene que ver con tu manera de acoger un proceso tan personal. Por eso comencé a escribir ‘Todo un viaje’, porque el profundo aprendizaje que me ha ofrecido vivir esta experiencia provoca en mí el desarrollo de una necesaria valoración.
–Escribe cosas como: «El regodeo en la desdicha lo único que genera es la atracción y permanencia del malestar». ¿Siempre fue tan positiva ante la adversidad o en la vulnerabilidad ha crecido en usted ese espíritu? –Siempre he sido positiva. Pero sí, imagino que ahora he contado con un ‘espacio vacío’ en el que poder expandirla a gusto.
–Si volviera atrás en el tiempo, al Hospital Carlos Haya de Málaga, y la neurocirujana le planteara de nuevo cuál de las tres opciones quiere tomar a cabo para corregir su MAV (malformación vascular congénita cerebral), ¿elegiría la misma? –Sin duda. Elegiría la misma opción: la craneotomía. Aunque fuera la más traumática, era la única que me aseguraba la eliminación total de la MAV. A los 32 años, mis probabilidades de tener una nueva hemorragia a lo largo de la vida eran muchas, por lo que no tuve que pensármelo. Sabía que se trataba de una operación muy compleja y delicada, y era consciente también de riesgos o secuelas infinitamente más vitales que a las que me enfrento ahora.
–¿Cree que una de las claves de su exitosa recuperación es su filosofía del hoy y del mañana… «el mañana ya veremos»? –No lo sé… Pero sí que se trata de una filosofía que sirve para mucho más que para la recuperación de una enfermedad. Agarrarse a lo que fue o esperar a lo que será no genera movimiento.
–¿Qué lección de vida aprendió de sus compañeras de rehabilitación en el Centro de Referencia Estatal de Atención al Daño Cerebral (Ceadac)? –Allí me he hecho un máster en humildad, superación y dignidad.
–¿Qué ha supuesto en su recuperación la medicina alternativa? –El tiempo, espacio y tacto para ocuparme no solo del cuerpo, sino también de la mente.
–Ha aprendido de nuevo a andar, correr, montar en bici, conducir… El triunfo silencioso no tiene precio… –No lo tiene, no. Como digo en el libro desaprender tantas lecciones es un trago, pero la posibilidad de continuar aprendiendo es todo un banquete.
–¿Aquel sentido aplauso en los Goya 2012 es quizás el más especial de toda su vida? –Sí. Tengo recuerdos maravillosos de otros aplausos pero tienen que ver con lo profesional, siento que el de aquella noche surgió de otras aguas…
–Insiste en el libro en que no se ha planteado su vida laboral. No le gusta que le hablen del ‘cuándo’ ni del ‘ya pronto volverás a trabajar’. Eso le genera cierto rechazo. ¿Se ha sentido presionada estos dos años por esa situación? –Presionada no. Pero sé bien los necesarios tiempos y ritmos en los que se mueve este proceso y el «ya» y el «cuándo» son dos palabras que me saben a impaciencia o demanda, por lo que simplemente procuro no emplearlas.
–«La vida es un continuo duelo de cambios junto al cual viaja nuestra oportunidad de evolución», reflexiona en su libro. ¿A dónde va Silvia Abascal? –Pues el destino no lo tengo muy claro, pero que no dejo de moverme y que disfruto del camino, sí. Me gustaría eso, no detenerme ni acomodarme. Evolucionar.
–Dice en ‘Todo un viaje’ que las cicatrices hablan calladas… –Sí, me refiero a que cada apertura y cierre contiene una historia. Y aunque no se expresen en voz alta, hablan.
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